Tres parámetros generados durante el análisis de los gases sanguíneos, el pH, la pCO2 y el bicarbonato, proporcionan los medios para evaluar el estado ácido-base del paciente, que suele estar alterado en los enfermos agudos/críticos.
Se reconocen cuatro amplias clases de alteraciones ácido-base: acidosis metabólica, acidosis respiratoria, alcalosis metabólica y alcalosis respiratoria.
La acidosis metabólica, que se caracteriza por una reducción primaria del pH y el bicarbonato, y una disminución secundaria (compensatoria) de la pCO2, tiene muchas causas posibles, entre ellas la acumulación anormal de los cetoácidos, β-hidroxibutirato y acetoacetato.
Esta forma particular de acidosis metabólica, llamada cetoacidosis, tiene tres etiologías que dan lugar a tres condiciones bastante separadas con características bioquímicas comunes: la diabetes (cetoacidosis diabética); la ingestión excesiva de alcohol (cetoacidosis alcohólica) y la inanición severa (cetoacidosis por inanición).
La cetoacidosis diabética, que es la más común de las tres, es el tema de una reciente revisión (que se discute a continuación) mientras que la cetoacidosis alcohólica es el foco de este reciente informe de un caso.
El caso se refiere a una señora de 64 años que acudió al servicio de urgencias de su hospital local con dolor abdominal de inicio agudo, náuseas, vómitos y dificultad para respirar.
Los resultados de los gases en sangre (pH 7,10, bicarbonato 2.9 mmol/L) confirmaron la acidosis metabólica, y la presencia de cetonas elevadas (cetonas séricas 5,5 mmol/L) permitieron diagnosticar una cetoacidosis.
Inicialmente, los médicos que atendían a la paciente contemplaron la posibilidad de que la señora sufriera una cetoacidosis diabética, pero su concentración normal de glucosa en sangre (5.8 mmol/L) y el estado mental conservado sugerían que esto era poco probable.
El diagnóstico de cetoacidosis alcohólica se realizó finalmente cuando la paciente informó de que había bebido entre 1 y 2 botellas de vino al día durante los últimos 30 años, y admitió haber tenido un período de borracheras inmediatamente antes de la aparición de los síntomas y el posterior ingreso en el hospital.
(Un período de borracheras sin comida, limitado por la aparición de vómitos y dolor abdominal, sobre un fondo de exceso de alcohol crónico es la presentación habitual de la cetoacidosis alcohólica).
Después de una oportuna reanimación con líquidos y apoyo nutricional, la señora se recuperó completamente de lo que es una condición potencialmente peligrosa para la vida. En la discusión de la historia del caso, los autores explican la naturaleza multifactorial de la acidosis que se desarrolla en aquellos con cetoacidosis alcohólica.
Discute el diagnóstico diferencial para los pacientes que presentan cetoacidosis, prestando especial atención a las características que distinguen la cetoacidosis diabética y la cetoacidosis alcohólica.
Los autores hacen hincapié en que el diagnóstico correcto es esencial porque el tratamiento de la cetoacidosis diabética implica la administración de insulina, un tratamiento totalmente inadecuado para quienes padecen cetoacidosis alcohólica.
La administración de insulina a quienes padecen cetoacidosis alcohólica, que suelen tener una glucemia normal o reducida, podría precipitar una hipoglucemia potencialmente mortal.