Cinco factores de protección

Los cinco factores de protección que son la base de Strengthening Families son características que han demostrado que hacen más probables los resultados positivos para los niños pequeños y sus familias, y que reducen la probabilidad de abuso y negligencia infantil. Conozca más sobre el Marco de Factores de Protección basado en la investigación a continuación.

  • Resumen de investigación sobre cada factor de protección de Strengthening Families
  • Resistencia de los padres
  • Conexiones sociales
  • Apoyos concretos
  • Conocimiento de la crianza y el desarrollo infantil
  • Competencia social y emocional de los niños

RESILIENCIA PADRE

Ser padre puede ser una experiencia muy gratificante y alegre. Pero ser padre también puede tener su cuota de estrés. El estrés parental está causado por las presiones (factores estresantes) que se ejercen sobre los padres personalmente y en relación con su hijo:

    1. Eventos típicos y cambios en la vida (por ejemplo, mudarse a una nueva ciudad o no poder calmar a un bebé que llora
    2. Eventos inesperados (por ejemplo, perder el trabajo o descubrir que su hijo tiene un problema médico
    3. Factores individuales (por ejemplo, abuso de sustancias o experiencias traumáticas
    4. Factores sociales (por ejemplo, problemas de relación o sentimientos de soledad y aislamiento
    5. condiciones comunitarias, sociales o ambientales (por ejemplo, pobreza persistente, racismo o un desastre natural)
      1. Numerosos investigadores han llegado a la conclusión de que la forma en que los padres responden a los factores estresantes es mucho más importante que el propio factor estresante a la hora de determinar los resultados para ellos mismos y sus hijos. Los padres tienen más probabilidades de lograr resultados saludables y favorables si son resilientes. La resiliencia es el proceso de gestionar el estrés y funcionar bien incluso cuando se enfrentan a retos, adversidades y traumas.

        Algunos factores estresantes a los que se enfrentan los padres pueden gestionarse fácilmente para que los problemas se resuelvan; por ejemplo, llamar a un familiar o amigo para que recoja a un niño del colegio cuando uno de los padres se retrasa. Pero algunos factores de estrés no pueden resolverse fácilmente. Por ejemplo, los padres no pueden «arreglar» la discapacidad del desarrollo de su hijo, borrar el abuso que sufrieron de niños o poder mudarse de un barrio plagado de delincuencia. Más bien, los padres son resilientes cuando son capaces de sacar a relucir su fuerza interior para afrontar de forma proactiva los retos personales y los relacionados con su hijo, gestionar las adversidades, curar los efectos del trauma y prosperar dadas las características y circunstancias únicas de su familia.

        Demostrar la resiliencia aumenta la autoeficacia de los padres porque son capaces de ver la evidencia de su capacidad para enfrentarse a los retos de forma competente y para tomar decisiones acertadas a la hora de afrontarlos. Además, la resiliencia de los padres tiene un efecto positivo en los padres, en el niño y en la relación padre-hijo. Al controlar los factores estresantes, los padres se sienten mejor y pueden prestar más atención afectiva a su hijo, lo que le permite formar un vínculo emocional seguro. Recibir atención cariñosa y desarrollar un apego emocional seguro con los padres, a su vez, fomenta el desarrollo de la resiliencia en los niños cuando experimentan estrés.

        A veces las presiones a las que se enfrentan los padres son tan abrumadoras que su capacidad para gestionar el estrés se ve gravemente comprometida. Este es el caso de los padres que crecieron en entornos que generan estrés tóxico. Es decir, cuando eran niños, experimentaron una adversidad fuerte, frecuente y prolongada sin la protección del apoyo de los adultos. Como resultado, estos padres pueden mostrar síntomas de depresión, ansiedad u otros trastornos clínicos que inhiben su capacidad para responder de forma coherente, cálida y sensible a las necesidades de sus hijos. Por ejemplo, se ha comprobado que los síntomas depresivos de las madres o de los padres alteran las prácticas de crianza saludables, de modo que el hijo de un progenitor deprimido corre un mayor riesgo de sufrir apegos deficientes, malos tratos y malos resultados físicos, neurológicos, socio-emocionales, conductuales y cognitivos. Sin embargo, numerosos estudios de investigación demuestran que se puede ayudar a los padres a manejar los síntomas clínicos y las reacciones a sus propias historias de apego pobre y trauma, a proteger a los niños de la adversidad y el trauma de la mejor manera posible y a proporcionar un cuidado más nutritivo que promueva un apego emocional seguro y un desarrollo saludable en sus hijos.

        Todos los padres experimentan estrés de vez en cuando. Por lo tanto, la resiliencia parental es un proceso que todos los padres necesitan para manejar eficazmente las situaciones estresantes y ayudar a asegurar que ellos y sus familias estén en una trayectoria de resultados saludables y positivos.

        CONEXIONES SOCIALES

        Las personas necesitan personas. Los padres necesitan personas que se preocupen por ellos y por sus hijos, que sepan escuchar, a las que puedan recurrir para obtener consejos bien informados y a las que puedan pedir ayuda para resolver problemas. Por lo tanto, la disponibilidad y la calidad de las conexiones sociales son consideraciones importantes en la vida de los padres. Las conexiones sociales constructivas y de apoyo de los padres -es decir, las relaciones con los miembros de la familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, los miembros de la comunidad y los proveedores de servicios- son recursos valiosos que proporcionan:

        – apoyo emocional (por ejemplo, afirmando las habilidades parentales o siendo empáticos y sin juzgar)

        – apoyo informativo (por ejemplo, proporcionando orientación sobre la crianza de los hijos o recomendando un dentista pediátrico)

        – apoyo instrumental (por ejemplo, proporcionando transporte, ayuda financiera o enlaces a puestos de trabajo)

        – apoyo espiritual (por ejemplo, proporcionando esperanza y ánimo)

        Cuando los padres tienen un sentido de conexión creen que tienen personas que se preocupan por ellos como individuos y como padres; se sienten seguros y confiados de que tienen a otras personas con las que pueden compartir la alegría, el dolor y las incertidumbres que conlleva el papel de padre; buscan la ayuda oportuna de personas con las que han aprendido a contar cuando se enfrentan a desafíos; y se sienten capacitados para «devolver» a través de relaciones satisfactorias y mutuamente beneficiosas. Varios estudios de investigación han demostrado que -tanto para las madres como para los padres- los niveles elevados de apoyo emocional, informativo, instrumental o espiritual se asocian con un estado de ánimo positivo de los padres; percepciones positivas y capacidad de respuesta hacia sus hijos; satisfacción, bienestar y sentido de competencia de los padres; y niveles más bajos de ira, ansiedad y depresión.

        A la inversa, las conexiones sociales inadecuadas, conflictivas o insatisfactorias pueden ser la fuente de estrés de los padres, en lugar de un amortiguador. Por ejemplo, los abuelos maternos y paternos pueden ser fuentes muy dispuestas de apoyo informativo e instrumental para los nuevos padres, pero sus consejos y su forma de cuidar pueden estar en desacuerdo con las creencias y preferencias de los nuevos padres. En el extremo del continuo de las conexiones sociales deficientes se encuentran el aislamiento social (es decir, la falta de relaciones disponibles y de calidad) y la soledad (es decir, los sentimientos de desconexión de los demás). El aislamiento social es un factor de riesgo que se asocia sistemáticamente con la falta de compromiso en la crianza de los hijos, la depresión materna y una mayor probabilidad de maltrato infantil. Del mismo modo, la soledad puede ser un importante factor de estrés que inhibe la capacidad de los padres para proporcionar a sus hijos un cuidado constante, afectuoso y receptivo. Podría parecer que aumentar el número de personas que podrían proporcionar un apoyo social constructivo a los padres sería la «cura» para el aislamiento social y la soledad. Proporcionar oportunidades para que los padres creen y refuercen conexiones sociales sostenibles y positivas es necesario, pero por sí solo no es suficiente. Los padres pueden sentirse solos y aislados incluso cuando están rodeados de otros si las relaciones carecen de profundidad emocional y aceptación genuina. Por lo tanto, los padres necesitan oportunidades para forjar conexiones sociales positivas con al menos otra persona que genere apoyo emocional, informativo, instrumental o espiritual, de modo que puedan producirse interacciones significativas en un contexto de confianza y respeto mutuos. Las conexiones sociales constructivas y de apoyo ayudan a los padres a protegerse de los factores de estrés y apoyan los comportamientos de crianza que promueven un apego seguro en los niños pequeños. Por lo tanto, las conexiones sociales de alta calidad de los padres son beneficiosas tanto para los adultos como para los niños.

        APOYO CONCIERTO EN TIEMPOS DE NECESIDAD

        Todos los padres necesitan ayuda a veces: ayuda con el cuidado diario de los niños, ayuda para averiguar cómo calmar a un bebé con cólicos, ayuda para llegar a la sala de emergencias cuando ocurre un accidente grave, ayuda para controlar el propio temperamento cuando se está fatigado o molesto. Cuando los padres se enfrentan a situaciones muy duras, como la pérdida de un empleo, la ejecución de una hipoteca, el abuso de sustancias, la imposibilidad de alimentar a su familia o un trauma, necesitan acceder a un apoyo y unos servicios concretos que respondan a sus necesidades y les ayuden a minimizar el estrés causado por retos y adversidades muy difíciles. Ayudar a los padres a identificar, encontrar y recibir apoyo concreto en momentos de necesidad ayuda a garantizar que ellos y su familia reciban las necesidades básicas que todo el mundo merece para crecer (por ejemplo, alimentos saludables, un entorno seguro), así como servicios médicos, de salud mental, sociales, educativos o legales especializados.

        Cuando los padres se enfrentan a condiciones abrumadoramente estresantes necesitan buscar ayuda, pero para algunos padres pedir ayuda no es algo fácil de hacer. Para algunos padres puede ser embarazoso porque se siente como una admisión de incompetencia; que no saben cómo resolver sus propios problemas o cuidar de su familia. Otros padres pueden no buscar ayuda porque no saben dónde ir a buscarla, o los servicios necesarios tienen un estigma asociado, como las clínicas de salud mental y los refugios para personas sin hogar o víctimas de la violencia doméstica. Por lo tanto, los padres necesitan experiencias que les permitan comprender sus derechos a la hora de acceder a los servicios, conocer los servicios pertinentes y aprender a navegar por los sistemas de servicios. Los programas de atención a la familia y al niño deben comunicar claramente a los padres que la búsqueda de ayuda no es un indicador de debilidad o fracaso como padres. Al contrario, buscar ayuda es un paso hacia la mejora de las circunstancias propias y el aprendizaje para manejar mejor el estrés y funcionar bien, incluso cuando se enfrentan a desafíos, adversidades y traumas. Cuando los padres piden ayuda, es un paso hacia la construcción de la resiliencia.

        Cuando los padres buscan ayuda, ésta debe ser proporcionada de una manera que no aumente el estrés. Los servicios deben ser coordinados, respetuosos, afectuosos y basados en los puntos fuertes. La práctica basada en las fortalezas se fundamenta en las creencias de que:

        1. Es esencial forjar una relación de confianza entre los padres y los proveedores de servicios y entre los proveedores de servicios que trabajan con las mismas familias
        2. Independientemente del número o nivel de las condiciones adversas que los padres están experimentando, tienen activos dentro y alrededor de ellos, su familia y su comunidad que pueden ser llamados para ayudar a mitigar el impacto de las condiciones estresantes y para crear el cambio necesario
        3. Los padres tienen recursos y competencias no realizadas que deben ser identificadas, movilizados y valorados
        4. Los padres deben participar activamente en el proceso de cambio y no ser receptores pasivos de los servicios
        5. Los padres deben ser guiados primero a través de la compleja red de sistemas de atención sanitaria y servicios sociales, y posteriormente aprender a navegar por ella
        6. Además de abordar las dificultades individuales de cada padre, los profesionales basados en los puntos fuertes deben comprender -y trabajar para cambiar- las desigualdades y condiciones estructurales que contribuyen a estas dificultades
        7. Un enfoque basado en los puntos fuertes ayuda a los padres a sentirse valorados porque se les reconoce como conocedores y competentes. Desarrollan un sentimiento de autoconfianza y autoeficacia porque tienen oportunidades de desarrollar sus habilidades, experimentar el éxito y proporcionar ayuda a los demás. Por lo tanto, el acceso a un apoyo concreto en momentos de necesidad debe ir acompañado de una calidad de coordinación y prestación de servicios que esté diseñada para preservar la dignidad de los padres y promover su desarrollo saludable y el de su familia, su resiliencia y su capacidad para defender y recibir los servicios y recursos necesarios.

          Conocimiento de la crianza y el desarrollo infantil

          Ningún padre lo sabe todo sobre los niños ni es un «padre perfecto». La comprensión de las estrategias de crianza y del desarrollo infantil ayuda a los padres a entender qué esperar y cómo proporcionar lo que los niños necesitan durante cada fase de desarrollo. Todos los padres, y aquellos que trabajan con niños, pueden beneficiarse de aumentar su conocimiento y comprensión del desarrollo infantil, incluyendo:

          1. Desarrollo físico, cognitivo, del lenguaje, desarrollo social y emocional
          2. signos que indican que un niño puede tener un retraso en el desarrollo y necesita ayuda especial
          3. factores culturales que influyen en las prácticas de crianza y en la percepción de los niños
          4. factores que promueven o inhiben los resultados saludables de los niños
          5. disciplina y cómo impactar positivamente en el comportamiento de los niños
          6. Adquirir más conocimientos sobre el desarrollo infantil y desarrollar mayores habilidades en la crianza de los hijos es particularmente importante dados los recientes avances en los campos de la neurociencia la pediatría y la psicología del desarrollo. Los científicos de estos campos han aportado muchas pruebas de la importancia crítica de la primera infancia como período en el que se establecen los cimientos del desarrollo intelectual, social, emocional y moral. Además, numerosos estudios de investigación demuestran que estos cimientos están determinados por la naturaleza de los entornos y las experiencias del niño pequeño que conforman el desarrollo temprano del cerebro.

            Los cerebros en desarrollo necesitan una nutrición adecuada, períodos de sueño programados regularmente, actividad física y una variedad de experiencias estimulantes. Los cerebros en desarrollo también necesitan padres y otros cuidadores primarios que estén en sintonía y emocionalmente disponibles, que reconozcan y respondan sistemáticamente a las necesidades de los niños pequeños y que interactúen con ellos de forma afectuosa, sensible y cariñosa. Estos cuidados dan lugar al desarrollo de un apego seguro entre el niño y el adulto. Los niños pequeños con apego seguro desarrollan un sentido de confianza, se sienten seguros, ganan confianza en sí mismos y son capaces de explorar su entorno porque sienten que tienen una base segura.

            Numerosos estudios longitudinales han demostrado que los comportamientos de los padres que conducen a un apego seguro temprano -y que siguen siendo cálidos y sensibles a medida que los niños crecen- sientan las bases de las competencias socio-emocionales, cognitivas y morales a través de los períodos de desarrollo. Por ejemplo, cuando un niño pequeño solicita la interacción mediante balbuceos o expresiones faciales y un padre responde de forma similar, este tipo de interacción entre padres e hijos ayuda a crear conexiones neuronales que construyen habilidades socioemocionales y cognitivas posteriores. Además, los avances en la investigación del cerebro han demostrado que los comportamientos de los padres que forjan vínculos emocionales seguros ayudan a los niños pequeños a aprender a manejar el estrés. Las relaciones de apego seguras pueden contrarrestar algunos de los daños experimentados por los niños pequeños muy estresados como resultado de un trauma (por ejemplo, el maltrato o la exposición a la violencia.)

            En cambio, el cuidado de los padres que es inconsistente, insensible, distante, hostil o rechazante da lugar a relaciones de apego inseguras. Los niños pequeños que experimentan relaciones de apego inseguras muestran miedo, desconfianza, ansiedad o angustia y corren el riesgo de sufrir efectos adversos a largo plazo en el desarrollo del cerebro, incluyendo retrasos en el desarrollo, deficiencias cognitivas, problemas de conducta, psicopatología y problemas de relación. Por ejemplo, los niños pequeños que tienen limitada la estimulación del lenguaje por parte de los adultos y las oportunidades de explorar pueden no desarrollar plenamente las vías neuronales que apoyan el aprendizaje.

            Lo que los padres hacen y cómo tratan a los niños es a menudo un reflejo de la forma en que fueron criados. La adquisición de nuevos conocimientos sobre la crianza y el desarrollo infantil permite a los padres evaluar de forma crítica el impacto de sus experiencias en su propio desarrollo y sus actuales prácticas de crianza, y considerar que puede haber formas más eficaces de guiar y responder a sus hijos. Además, la comprensión de las crecientes pruebas sobre la naturaleza y la importancia del desarrollo cerebral temprano permite tanto a los padres como a quienes trabajan con los niños saber qué es lo que más necesitan los niños pequeños para prosperar: relaciones enriquecedoras, receptivas, fiables y de confianza; rutinas regulares, predecibles y consistentes; experiencias lingüísticas interactivas; un entorno física y emocionalmente seguro; y oportunidades para explorar y aprender haciendo.

            Competencia socio-emocional de los niños

            La primera infancia es un periodo de grandes oportunidades y vulnerabilidad. Las experiencias de la primera infancia sientan las bases para la salud, el bienestar y el aprendizaje posteriores. En el pasado, la mayor parte de la atención se centraba en el desarrollo de las habilidades académicas de los niños pequeños en un esfuerzo por garantizar que estuvieran preparados para la escuela. Sin embargo, en los últimos años, un creciente número de investigaciones ha demostrado el fuerte vínculo existente entre la competencia socio-emocional de los niños pequeños y su desarrollo cognitivo, sus habilidades lingüísticas, su salud mental y su éxito escolar. Las dimensiones de la competencia socio-emocional en la primera infancia incluyen:

            1. autoestima – buenos sentimientos hacia uno mismo
            2. confianza en sí mismo – estar abierto a nuevos retos y dispuesto a explorar nuevos entornos
            3. autoeficacia – creer que uno es capaz de realizar una acción
            4. autorregulación/autocontrol – seguir reglas, controlar impulsos, actuar adecuadamente en función del contexto
            5. agencia personal – planificar y llevar a cabo acciones con propósito
            6. funcionamiento ejecutivo – mantener la concentración en una tarea y evitar las distracciones
            7. paciencia – aprender a esperar
            8. persistencia – voluntad de volver a intentarlo cuando los primeros intentos no tienen éxito
            9. resolución de conflictos – resolver los desacuerdos de forma pacífica
            10. habilidades de comunicación – comprender y expresar una serie de emociones positivas y negativas
            11. empatía – comprender y responder a las emociones y derechos de los demás
            12. habilidades sociales – hacer amigos y llevarse bien con los demás
            13. moralidad – aprender el sentido del bien y del mal
            14. Estas dimensiones de la competencia social-emocional no evolucionan de forma natural. El curso del desarrollo socio-emocional -ya sea saludable o no- depende de la calidad del apego y la estimulación que el niño experimenta. Numerosos estudios de investigación demuestran que una relación con un adulto consistente, afectuoso y en sintonía que promueva activamente el desarrollo de estas dimensiones es esencial para obtener resultados socio-emocionales saludables en los niños pequeños. La promoción activa de la competencia socio-emocional incluye actividades como:

              1. Crear un entorno en el que los niños se sientan seguros para expresar sus emociones
              2. Responder emocionalmente a los niños y modelar la empatía
              3. Establecer expectativas y límites claros (por ejemplo, «La gente en nuestra familia no se hace daño»)
              4. Separar las emociones de las acciones (por ejemplo, «Está bien estar enfadado, pero no pegamos a alguien cuando estamos enfadados»)
              5. Fomentar y reforzar las habilidades sociales, como saludar a los demás y respetar los turnos
              6. Crear oportunidades para que los niños resuelvan problemas (por ejemplo, «¿Qué crees que deberías hacer si otro niño te llama de mala manera?»)
              7. Los niños que tienen experiencias como éstas son capaces de reconocer sus emociones y las de los demás, de adoptar la perspectiva de los otros y de utilizar sus habilidades cognitivas emergentes para pensar en formas de actuar apropiadas e inapropiadas. Por el contrario, las investigaciones muestran que los niños que no tienen adultos en sus vidas que promuevan activamente la competencia socio-emocional pueden no ser capaces de sentir remordimientos o mostrar empatía y pueden carecer de vínculos seguros, tener habilidades lingüísticas y cognitivas limitadas y tener dificultades para interactuar eficazmente con sus compañeros. Sin embargo, la evidencia muestra que las intervenciones tempranas y apropiadas que se centran en el desarrollo socio-emocional pueden ayudar a mitigar los efectos de las experiencias negativas de manera que conducen a la mejora de los resultados cognitivos y socio-emocionales.

                Visite este enlace para obtener más información sobre los 5 factores de protección.

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