El proceso por el cual los bebés y los niños comienzan a desarrollar la capacidad de experimentar, expresar e interpretar las emociones.
El estudio del desarrollo emocional de los bebés y los niños es relativamente nuevo, habiendo sido estudiado empíricamente sólo durante las últimas décadas. Los investigadores han abordado esta área desde una variedad de perspectivas teóricas, incluyendo las del construccionismo social, la teoría de la emoción diferencial y la teoría del aprendizaje social . Cada uno de estos enfoques explora el modo en que los bebés y los niños se desarrollan emocionalmente, difiriendo principalmente en la cuestión de si las emociones son aprendidas o están predeterminadas biológicamente, así como debatiendo el modo en que los bebés y los niños gestionan sus experiencias emocionales y su comportamiento.
- Infancia temprana (nacimiento-seis meses)
- Expresividad emocional
- La infancia tardía (7-12 meses)
- Expresividad emocional
- Niñez (1-2 años)
- Expresividad emocional
- Comprensión emocional
- Preescolar (3-6 años)
- Expresividad emocional
- Comprensión emocional
- Infancia media (7-11 años)
- Expresividad emocional
- Comprensión emocional
- Adolescencia (12-18 años)
- Expresividad emocional
- Lectura adicional
Infancia temprana (nacimiento-seis meses)
Expresividad emocional
Para formular teorías sobre el desarrollo de las emociones humanas, los investigadores se centran en la demostración observable de la emoción, como las expresiones faciales y el comportamiento público. Los investigadores no pueden estudiar los sentimientos y experiencias privadas de un niño, por lo que la interpretación de las emociones debe limitarse a los signos que pueden observarse. Aunque muchas descripciones de patrones faciales parecen representar intuitivamente emociones reconocibles, los psicólogos difieren en sus opiniones sobre la gama de emociones experimentadas por los bebés. No está claro si los bebés experimentan realmente estas emociones, o si los adultos, utilizando las expresiones faciales de los adultos como estándar, simplemente superponen su propia comprensión del significado de las expresiones faciales de los bebés.
Entre las seis y las diez semanas, surge una sonrisa social, normalmente acompañada de otras acciones y sonidos indicativos de placer, incluidos los arrullos y los gestos con la boca. Esta sonrisa social se produce en respuesta a las sonrisas e interacciones de los adultos. Su nombre se debe al proceso único por el que el bebé se compromete con una persona en un acto social y lo hace expresando placer (una sonrisa), lo que provoca una respuesta positiva. Este ciclo da lugar a un patrón de refuerzo mutuo en el que tanto el bebé como la otra persona obtienen placer de la interacción social.
A medida que los bebés son más conscientes de su entorno, la sonrisa se produce en respuesta a una mayor variedad de contextos. Pueden sonreír cuando ven un juguete con el que han disfrutado anteriormente. Pueden sonreír cuando reciben un elogio por haber realizado una tarea difícil. Se considera que este tipo de sonrisas, al igual que la sonrisa social, cumplen una función de desarrollo.
La risa, que comienza alrededor de los tres o cuatro meses, requiere un nivel de desarrollo cognitivo porque demuestra que el niño puede reconocer la incongruencia. Es decir, la risa suele ser provocada por acciones que se desvían de la norma , como recibir un beso en el abdomen o que el cuidador juegue al cucú. Dado que fomenta las interacciones recíprocas con los demás, la risa favorece el desarrollo social.
La infancia tardía (7-12 meses)
Expresividad emocional
Durante la última mitad del primer año, los bebés comienzan a expresar miedo, asco y enfado debido a la maduración de las capacidades cognitivas. La ira, a menudo expresada mediante el llanto, es una emoción frecuente expresada por los bebés. Como ocurre con todas las expresiones emocionales, la ira cumple una función adaptativa, ya que indica a los cuidadores el malestar o el descontento del bebé, haciéndoles saber que algo debe cambiarse o modificarse. Aunque algunos bebés responden a los acontecimientos angustiosos con tristeza, la ira es más común.
El miedo también surge durante esta etapa, ya que los niños son capaces de comparar un acontecimiento desconocido con lo que conocen. Las situaciones u objetos desconocidos suelen provocar respuestas de miedo en los bebés. Una de las más comunes es la presencia de un adulto extraño, un miedo que empieza a aparecer alrededor de los siete meses. El grado en que un niño reacciona con miedo ante situaciones nuevas depende de una serie de factores. Uno de los más significativos es la respuesta de su madre o cuidador. Los cuidadores proporcionan a los bebés una base segura desde la que explorar su mundo y, en consecuencia, un bebé que explora no suele moverse más allá de la vista del cuidador. Los bebés comprueban repetidamente con sus cuidadores las señales emocionales relativas a la seguridad de sus exploraciones. Si, por ejemplo, se acercan demasiado a algo que su cuidador percibe como peligroso, detectarán la alarma en la expresión facial del cuidador, se alarmarán ellos mismos y se retirarán de la situación potencialmente peligrosa. Los bebés se fijan en las señales faciales de los cuidadores para saber cuál es la reacción adecuada ante los adultos desconocidos. Si el desconocido es un amigo de confianza del cuidador, es más probable que el niño responda favorablemente, mientras que si el desconocido es desconocido para el cuidador, el niño puede responder con ansiedad y angustia. Otro factor es el temperamento del bebé.
Un segundo miedo de esta etapa se llama ansiedad por separación. Los bebés de siete a doce meses pueden llorar de miedo si la madre o el cuidador los deja en un lugar desconocido.
Se han realizado muchos estudios para evaluar el tipo y la calidad de la comunicación emocional entre los cuidadores y los bebés. Los padres son una de las principales fuentes que socializan a los niños para que comuniquen la experiencia emocional de formas culturalmente específicas. Es decir, a través de procesos como el modelado, la instrucción directa y la imitación, los padres enseñan a sus hijos qué expresiones emocionales son apropiadas para expresar dentro de su subcultura específica y del contexto social más amplio.
La socialización de las emociones comienza en la infancia. Las investigaciones indican que cuando las madres interactúan con sus hijos demuestran las manifestaciones emocionales en un movimiento lento exagerado, y que este tipo de manifestaciones son muy interesantes para los niños. Se cree que este proceso es significativo en la adquisición por parte del bebé de los códigos culturales y sociales para la exhibición emocional, enseñándoles cómo expresar sus emociones, y el grado de aceptabilidad asociado a los diferentes tipos de comportamientos emocionales.
Otro proceso que surge durante esta etapa es la referenciación social. Los bebés comienzan a reconocer las emociones de los demás y utilizan esta información cuando reaccionan ante situaciones y personas nuevas. A medida que los bebés exploran su mundo, suelen basarse en las expresiones emocionales de sus madres o cuidadores para determinar la seguridad o la idoneidad de una determinada actividad. Aunque este proceso ha sido establecido por varios estudios, existe cierto debate sobre las intenciones del lactante; ¿se limitan los lactantes a imitar las respuestas emocionales de su madre, o experimentan realmente un cambio de estado de ánimo exclusivamente a partir de las señales visuales expresivas de la madre? Sin embargo, lo que sí se sabe es que, a medida que los bebés exploran su entorno, sus respuestas emocionales inmediatas a lo que encuentran se basan en las señales representadas por su madre o su cuidador principal, al que hacen referencia repetidamente mientras exploran.
Niñez (1-2 años)
Expresividad emocional
Durante el segundo año, los bebés expresan emociones de vergüenza y orgullo. Estas emociones maduran en todos los niños y los adultos contribuyen a su desarrollo. Sin embargo, el motivo de la vergüenza o el orgullo es aprendido. Las distintas culturas valoran acciones diferentes. Una cultura puede enseñar a sus niños a expresar su orgullo al ganar un evento competitivo, mientras que otra puede enseñar a los niños a apagar su alegría, o incluso a sentir vergüenza por la pérdida de otra persona.
Comprensión emocional
Durante esta etapa del desarrollo, los niños pequeños adquieren el lenguaje y están aprendiendo a expresar verbalmente sus sentimientos. En 1986, Inge Bretherton y sus colegas descubrieron que el 30% de los niños estadounidenses de 20 meses etiquetaron correctamente una serie de estados emocionales y fisiológicos, entre los que se encontraban el sueño-fatiga, el dolor , la angustia, el asco y el afecto. Esta capacidad, por muy rudimentaria que sea durante la primera infancia, es el primer paso en el desarrollo de las habilidades de autorregulación emocional.
Aunque existe un debate en torno a una definición aceptable de la regulación de las emociones, en general se considera que implica la capacidad de reconocer y etiquetar las emociones, y de controlar la expresión emocional de forma coherente con las expectativas culturales. En la infancia, los niños dependen en gran medida de los adultos para que les ayuden a regular sus estados emocionales. Si se sienten incómodos, pueden comunicar este estado llorando, pero tienen pocas esperanzas de aliviar el malestar por sí mismos. Sin embargo, en la primera infancia, los niños empiezan a desarrollar habilidades para regular sus emociones, y la aparición del lenguaje es una herramienta importante para ayudarles en este proceso. Ser capaz de articular un estado emocional tiene en sí mismo un efecto regulador, ya que permite a los niños comunicar sus sentimientos a una persona capaz de ayudarles a gestionar su estado emocional. El habla también permite a los niños autorregularse, utilizando un lenguaje tranquilizador para hablar por sí mismos en situaciones difíciles.
La empatía, una respuesta emocional compleja a una situación, también aparece en la infancia, normalmente a los dos años. El desarrollo de la empatía requiere que los niños lean las señales emocionales de los demás, comprendan que las otras personas son entidades distintas de ellos mismos y adopten la perspectiva de otra persona (se pongan en la posición de otra). Estos avances cognitivos no suelen ser evidentes antes del primer cumpleaños. El primer signo de empatía en los niños se produce cuando intentan aliviar la angustia de otro utilizando métodos que han observado o experimentado ellos mismos. Los niños pequeños utilizarán un lenguaje reconfortante e iniciarán el contacto físico con sus madres si están angustiados, modelando supuestamente sus propias experiencias tempranas cuando se sienten molestos.
Preescolar (3-6 años)
Expresividad emocional
La capacidad de los niños para regular su comportamiento emocional sigue avanzando durante esta etapa del desarrollo. Los padres ayudan a los niños en edad preescolar a adquirir habilidades para hacer frente a los estados emocionales negativos mediante la enseñanza y el modelado del uso del razonamiento verbal y la explicación. Por ejemplo, cuando preparan a un niño para un acontecimiento potencialmente evocador desde el punto de vista emocional, como una visita a la consulta del médico o un fin de semana en casa de los abuelos, los padres suelen ofrecer consejos reconfortantes, como «el médico sólo quiere ayudar» o «los abuelos tienen todo tipo de planes divertidos para el fin de semana». Este tipo de preparación emocional es crucial para que el niño desarrolle las habilidades necesarias para regular sus propios estados emocionales negativos. Los niños que tienen problemas para aprender y/o poner en práctica este tipo de habilidades de afrontamiento suelen mostrar comportamientos de actuación o, por el contrario, pueden volverse retraídos cuando se enfrentan a situaciones que les provocan miedo o ansiedad.
A partir de los cuatro años, aproximadamente, los niños adquieren la capacidad de alterar sus expresiones emocionales, una habilidad de gran valor en culturas que requieren frecuentes demostraciones sociales poco sinceras. Los psicólogos denominan a estas habilidades reglas de exhibición de emociones, reglas específicas de cada cultura relativas a la conveniencia de expresarse en determinadas situaciones. Así, la expresión emocional externa no tiene por qué coincidir con el estado emocional interno. Por ejemplo, en la cultura occidental, enseñamos a los niños que deben sonreír y dar las gracias cuando reciben un regalo, aunque realmente no les guste. La capacidad de utilizar las reglas de exhibición es compleja. Requiere que los niños comprendan la necesidad de alterar las manifestaciones emocionales, adopten la perspectiva de otro, sepan que los estados externos no tienen por qué coincidir con los estados internos, tengan el control muscular para producir expresiones emocionales, sean sensibles a las señales contextuales sociales que les avisan de que deben alterar su expresividad y tengan la motivación para representar esas manifestaciones discrepantes de forma convincente.
Se cree que en los años preescolares, los padres son la principal fuerza socializadora, que enseña la expresión emocional adecuada en los niños. Además, los niños aprenden alrededor de los tres años que las expresiones de ira y agresión deben ser controladas en presencia de los adultos. Sin embargo, cuando están con sus compañeros, los niños son mucho menos propensos a reprimir el comportamiento emocional negativo. Parece que estas diferencias surgen como resultado de las diferentes consecuencias que han recibido por expresar emociones negativas frente a los adultos y frente a sus compañeros. Además, esta distinción que hacen los niños -en función del contexto social- demuestra que los preescolares han empezado a interiorizar las reglas de la sociedad que rigen la expresión adecuada de las emociones.
Carolyn Saarni, una innovadora en la exploración del desarrollo emocional, ha identificado dos tipos de reglas de exhibición emocional, las prosociales y las de autoprotección. Las reglas de exhibición prosocial implican la alteración de las exhibiciones emocionales con el fin de proteger los sentimientos de los demás. Por ejemplo, a un niño puede no gustarle el jersey que le ha regalado su tía, pero parecerá feliz porque no quiere hacer sentir mal a su tía. Por otro lado, las normas de exhibición de autoprotección implican enmascarar la emoción para salvar la cara o protegerse de las consecuencias negativas. Por ejemplo, un niño puede fingir dureza cuando se tropieza delante de sus compañeros y se raspa la rodilla, con el fin de evitar las burlas y una mayor vergüenza. En 1986, los resultados de la investigación fueron contradictorios en cuanto al orden en que se aprenden las normas de exhibición prosocial y de autoprotección. Algunos estudios demuestran que el conocimiento de las reglas de exhibición de autoprotección surge primero, mientras que otros estudios muestran el efecto contrario.
También se ha investigado cómo los niños alteran sus exhibiciones emocionales. Las investigadoras Jackie Gnepp y Debra Hess descubrieron en 1986 que existe una mayor presión sobre los niños para que modifiquen sus expresiones emocionales verbales que faciales. A los niños en edad preescolar les resulta más fácil controlar sus expresiones verbales que sus músculos faciales.
Comprensión emocional
A partir de los cuatro o cinco años, aproximadamente, los niños desarrollan una comprensión más sofisticada de los estados emocionales de los demás. Aunque se ha demostrado que la empatía surge a una edad bastante temprana, con manifestaciones rudimentarias que surgen durante la primera infancia, el creciente desarrollo cognitivo permite a los preescolares llegar a una comprensión más compleja de las emociones. A través de experiencias repetidas, los niños empiezan a desarrollar sus propias teorías sobre los estados emocionales de los demás refiriéndose a las causas y consecuencias de las emociones, y observando y siendo sensibles a las señales de comportamiento que indican malestar emocional. Por ejemplo, cuando se le pregunta por qué está enfadado un compañero de juego, el niño puede responder «porque la profesora le ha quitado el juguete» o hacer referencia a alguna otra causa externa, normalmente relacionada con un suceso que le resulte familiar. Los niños de esta edad también empiezan a hacer predicciones sobre la experiencia y la expresión de las emociones de los demás, como predecir que un niño feliz será más propenso a compartir sus juguetes.
Infancia media (7-11 años)
Expresividad emocional
Los niños de siete a once años muestran una mayor variedad de habilidades de autorregulación. La sofisticación en la comprensión y puesta en práctica de las reglas culturales de exhibición ha aumentado drásticamente en esta etapa, de manera que ahora los niños comienzan a saber cuándo controlar la expresividad emocional, así como a tener un repertorio suficiente de habilidades de regulación del comportamiento que les permite enmascarar eficazmente las emociones de manera socialmente apropiada. La investigación ha indicado que los niños de esta edad se han vuelto sensibles a las claves contextuales sociales que sirven para guiar sus decisiones de expresar o controlar las emociones negativas. Varios factores influyen en sus decisiones de gestión de las emociones, como el tipo de emoción experimentada, la naturaleza de su relación con la persona implicada en el intercambio emocional, la edad del niño y su sexo. Además, parece que los niños han desarrollado una serie de expectativas sobre el resultado probable de expresar sus emociones a los demás. En general, los niños dicen regular la ira y la tristeza más ante sus amigos que ante sus madres y padres porque esperan recibir una respuesta negativa -como burlas o menosprecio- de sus amigos. Sin embargo, a medida que aumenta la edad, los niños mayores dicen expresar sus emociones negativas más a menudo a sus madres que a sus padres, ya que esperan que los padres respondan negativamente a una manifestación emocional. Estas habilidades de regulación de las emociones se consideran adaptativas y se consideran esenciales para establecer, desarrollar y mantener las relaciones sociales.
Los niños de esta edad también demuestran que poseen habilidades rudimentarias de afrontamiento cognitivo y conductual que sirven para disminuir el impacto de un evento emocional y, al hacerlo, pueden de hecho alterar su experiencia emocional. Por ejemplo, cuando experimentan un acontecimiento emocional negativo, los niños pueden responder empleando estrategias de afrontamiento cognitivo de racionalización o minimización, en las que reinterpretan o reconstruyen el escenario para que parezca menos amenazante o molesto. Cuando les roban la bicicleta o se ven privados de la televisión durante un fin de semana, pueden decirse a sí mismos: «Es sólo una bicicleta, al menos no me he hecho daño» o «Quizá mamá y papá se inventen algo divertido para hacer en lugar de ver la televisión»
Comprensión emocional
Durante la infancia media, los niños empiezan a comprender que los estados emocionales de los demás no son tan sencillos como imaginaban en los primeros años, y que a menudo son el resultado de causas complejas, algunas de las cuales no son evidentes externamente. También llegan a comprender que es posible experimentar más de una emoción a la vez, aunque esta capacidad es algo restringida y evoluciona lentamente. Como demostraron Susan Harter y Nancy Whitsell, los niños de siete años son capaces de entender que una persona puede sentir dos emociones simultáneamente, incluso si las emociones son positivas y negativas. Los niños pueden sentirse felices y emocionados porque sus padres les han comprado una bicicleta, o enfadados y tristes porque un amigo les ha hecho daño, pero niegan la posibilidad de experimentar «sentimientos encontrados». No es hasta los diez años cuando los niños son capaces de comprender que se pueden experimentar dos emociones aparentemente contradictorias, como por ejemplo sentirse felices por haber sido elegidos para un equipo pero también nerviosos por su responsabilidad de jugar bien.
Las muestras de empatía también aumentan en frecuencia durante esta etapa. Los niños de familias que hablan regularmente de la complejidad de los sentimientos desarrollarán la empatía más fácilmente que aquellos cuyas familias evitan estos temas. Además, los padres que establecen límites de comportamiento consistentes y que muestran altos niveles de preocupación por los demás son más propensos a producir hijos empáticos que los padres que son punitivos o particularmente duros en la restricción del comportamiento.
Adolescencia (12-18 años)
Expresividad emocional
Los adolescentes se han vuelto sofisticados en la regulación de sus emociones. Han desarrollado un amplio vocabulario con el que discutir, y por tanto influir, en los estados emocionales de ellos mismos y de los demás. Los adolescentes son expertos en la interpretación de situaciones sociales como parte del proceso de gestión de las manifestaciones emocionales.
Se cree que en la adolescencia los niños han desarrollado un conjunto de expectativas, denominadas guiones, sobre cómo reaccionarán las distintas personas a sus manifestaciones emocionales, y regulan sus manifestaciones de acuerdo con estos guiones. Las investigaciones en este ámbito han descubierto que, al principio de la adolescencia, los niños empiezan a romper los vínculos emocionales íntimos con sus padres y comienzan a crearlos con sus compañeros. En un estudio, por ejemplo, los estudiantes de octavo grado, en particular los varones, declararon regular (ocultar) sus emociones a (de) sus madres más que los adolescentes de quinto o undécimo grado. Este descenso en la expresividad emocional hacia las madres parecía deberse a que los chicos esperaban recibir menos apoyo emocional de sus madres. Este hallazgo concreto demuestra la validez de la hipótesis del guión de las autorregulaciones; las expectativas de los niños de recibir poco apoyo emocional de sus madres, tal vez basadas en la experiencia pasada, guían sus decisiones para regular las emociones de forma más estricta en presencia de sus madres.
Otro factor que desempeña un papel importante en las formas en que los adolescentes regulan las manifestaciones emocionales es su mayor sensibilidad a las evaluaciones que los demás hacen de ellos, una sensibilidad que puede dar lugar a una aguda conciencia de sí mismos y a una autoconciencia cuando intentan integrarse en la estructura social dominante. David Elkind ha descrito a los adolescentes como si estuvieran frente a un público imaginario en el que cada acción y cada detalle son anotados y evaluados por los demás. Por ello, los adolescentes son muy conscientes del impacto de la expresividad emocional en sus interacciones sociales y, fundamentalmente, en la obtención de la aprobación de sus compañeros. Dado que las pautas relativas a la idoneidad de las manifestaciones emocionales son muy específicas de cada cultura, los adolescentes tienen la difícil tarea de aprender cuándo y cómo expresar o regular determinadas emociones.
Como era de esperar, el género desempeña un papel importante en los tipos de emociones que muestran los adolescentes. Los chicos son menos propensos que las chicas a revelar sus emociones de miedo en momentos de angustia. Esta reticencia estaba igualmente respaldada por la creencia de los chicos de que recibirían menos comprensión y, de hecho, probablemente serían menospreciados, por expresar tanto emociones agresivas como vulnerables.
Janice Zeman
Lectura adicional
Malatesta, Carol Zander, y Jeannette Haviland. «Learning Display Rules: La socialización de la expresión de las emociones en la infancia». Child Development 53, (1982): 991-1003.