Cuando nos sentimos poco queridos, nuestra mente se inventa una historia sobre lo poco queridos que somos, rellenando detalles sobre nuestros supuestos defectos: no ser lo suficientemente atractivo, no ser lo suficientemente inteligente, no ser lo suficientemente interesante y no tener los suficientes logros profesionales son todas las explicaciones populares en el ámbito del «no lo suficiente».
Y luego está el ámbito del «demasiado». Soy demasiado problemático, demasiado dramático, demasiado sensible, demasiado neurótico, demasiado enfadado, demasiado necesitado, demasiado defectuoso, demasiados asuntos pendientes y demasiadas heridas son todas las explicaciones que imaginamos.
Hay muchas otras; estos son simplemente ejemplos de algunas nociones populares. Cualquier lugar en nosotros que sea tierno y vulnerable en el que nos sintamos demasiado o no lo suficiente, en el que nos sintamos inadecuados, defectuosos, culpables o avergonzados, es donde nuestra mente tenderá a ir en esos momentos oscuros de duda de que somos adorables. Es posible que nada de lo que nuestra mente está inventando sea cierto. O tal vez haya un grano de verdad ahí, y nuestra mente lo esté inflando hasta alcanzar proporciones espantosas.
No somos tan diferentes del niño pequeño que no fue amado adecuadamente por sus padres. Si fue maltratado o descuidado, no podía permitirse ver que era su padre el que era deficiente. Es demasiado aterrador para un niño ver que la persona (que está a cargo de su bienestar) no está a la altura. El terror de enfrentarse a esa verdad sería demasiado desestabilizador para el niño. Así que explica el comportamiento poco cariñoso haciéndose el malo y equivocado. «Soy tonto; me porto mal; no soy guapo, etc.». Esta forma de pensar puede convertirse en un hábito mental que llevamos a la edad adulta.
Un niño no tiene la experiencia vital y la sofisticación necesarias para decir: «Es una pena que mi padre sea tan limitado que no pueda apreciar lo maravilloso y adorable que soy.» Pero la vida de un adulto no es tan vulnerable como la del niño dependiente. Un adulto tiene más experiencia vital, recursos variados y apoyo disponible. La capacidad de reflexionar está más desarrollada. El adulto dispone de opciones para cuestionar sus suposiciones sobre la falta de cariño. Existen otros puntos de vista para ver la situación, como:
- Quizás sí me quieren y sólo están preocupados por otros asuntos en este momento.
- Quizás me quieren y sólo no saben cómo demostrar el amor que sienten en su corazón.
- Quizás no he sido claro sobre cómo me deleita que me demuestren amor.
- Tal vez otros han herido previamente a esta persona cuando se abrió dejándole sintiéndose inhibido para mostrar el amor que siente.
- Tal vez tengo problemas sobre mi propia valía y el hecho de que me ignore activa esos problemas.
- Tal vez sí necesito desarrollarme en esta área en particular para confiar más plenamente en que soy realmente adorable. Puedo lograrlo.
- Quizás ella realmente no me quiere. Podríamos ser una pareja desajustada, con sólo amor en un lado. Pero eso no significa que no sea adorable; hay otros que pueden amarme.
- Quizás no tenga experiencia en demostrar el amor que siente y podamos aprender juntos a ser amantes con arte.
El cambio de perspectiva de creer que no somos adorables a saber que somos adorables significa mucho. Insertar el «quizás» en nuestro pensamiento nos libera de las garras de los pensamientos desagradables, a veces francamente atormentadores, de que no somos adorables. Cuando cuestionamos nuestra propia creencia y miramos más profundamente para ver lo que es realmente cierto, abrimos nuestra mente, lo que puede ayudarnos en el proceso de colocar la responsabilidad donde realmente corresponde y no asumir más de lo que nos corresponde.
Una vez que empezamos a salir del trance en el que nos vemos envueltos cuando creemos que no somos adorables, nuestra motivación se hace más fuerte para aprender a escapar permanentemente de las dolorosas garras de las viejas creencias que no nos sirven.
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