Hoy en día los periódicos podrían llamarlo ‘Indulgence-gate’, pero en aquella época la corrupción era común en los más altos cargos de la iglesia. León X era el Papa en Roma, un miembro de la familia de Medici. Repartió obispados a sus parientes favoritos y utilizó el tesoro del Vaticano para mantener su extravagante estilo de vida. Cuando se le acabó el dinero, recurrió a un plan de recaudación de fondos bastante novedoso: la venta del perdón de los pecados. A cambio de una cuota, los familiares en duelo podían sacar del purgatorio a un ser querido fallecido. A un precio adecuado, también podían ahorrar para sus propios pecados futuros, una especie de IRA espiritual. Indulgencias, las llamaban.
Mientras tanto, en Alemania, Alberto de Brandeburgo era un joven profesional en la vía rápida del éxito eclesiástico. A los 23 años, era arzobispo de Magdeburgo y administrador de Halberstadt. Ocupar más de un cargo iba en contra del derecho canónico, pero todo el mundo lo hacía. Era una buena manera de hacer política. Así que cuando el arzobispado de Maguncia quedó disponible, el príncipe Alberto trató de añadir un tercer cargo a su currículum, el más poderoso políticamente de todos. El problema era que Alberto tenía poco dinero. Parece que había gastado su liquidez en conseguir los cargos que ya tenía, y el Papa León pedía una suma colosal para considerarlo para el puesto de Maguncia. La estrategia normal, trasladar el coste al pueblo en forma de impuestos o tasas, era poco práctica, ya que Maguncia había pasado por cuatro arzobispos en diez años y estaba casi en bancarrota por soportar todos esos pagos. Pero Alberto tenía un buen crédito y pudo pedir un préstamo al banco de Jacob Fugger, un comerciante austriaco que era el magnate del dinero en Europa en aquella época. ¿Cómo pagar el préstamo? Indulgencias. El papa León autorizó la venta de indulgencias en Alemania, con …