Supongamos que te preparas un sándwich y lo dejas en la mesa mientras vas a buscar algo a la otra habitación. Cuando vuelves, el plato sigue ahí, pero el sándwich no está. Tienes unas cuantas hipótesis (conjeturas) sobre lo que ha pasado: tal vez lo haya cogido tu compañero de piso, o tal vez haya sido tu perro. La ley de la parsimonia dice que debes elegir la explicación que utilice el menor número de hipótesis.
La ley de la parsimonia se atribuye tradicionalmente a Guillermo de Ockham (u Occam, que da nombre a la navaja de Occam), un filósofo y monje inglés de la década de 1300, pero no fue el primero en sugerir el principio. Muchas personas, como el antiguo filósofo griego Aristóteles, propusieron ideas similares en épocas anteriores. (Con suerte, podemos suponer que has oído hablar de él.)
Volviendo a tu sándwich que desaparece. La posibilidad A es que tu compañero de piso lo haya cogido. Basándonos en las circunstancias, esto requiere algunas suposiciones: que tu compañero de piso haya llegado a casa, haya entrado en la cocina y se haya marchado sin que los hayas oído. La posibilidad B es que tu perro se lo haya comido. Esto requiere más suposiciones: que tu perro se haya despertado, se haya levantado de la cama, haya entrado en la cocina sin que tú lo oyeras y se haya subido a la mesa lo suficiente como para coger el bocadillo sin tirar el plato de la mesa. Ahora bien, tanto los compañeros de piso como los perros tienen fama de robar comida. Pero la ley de la parsimonia dice que, dado que la Posibilidad B requiere más supuestos que la Posibilidad A, la Posibilidad A es la mejor hipótesis. Eso no significa que la Posibilidad A sea definitivamente correcta, y no es un sustituto de la prueba, pero sí significa que A es la opción más lógica, dada la información disponible. Esto se debe a que hay menos formas de que pueda ser errónea.
La mayoría de las veces, la ley de la parsimonia es utilizada por la gente que piensa en cosas que son mucho más complejas que el caso del sándwich perdido, como un biólogo que trata de determinar cómo evolucionó un animal, o un médico que averigua la explicación más simple para los problemas de salud de alguien. No es una forma de averiguar la respuesta definitiva a una pregunta, pero es una herramienta útil para sopesar una posibilidad frente a otra, especialmente para formar una conjetura. (Y, por cierto, no renuncies a resolver el caso del sándwich. Por si sirve de algo, sabemos a ciencia cierta que tu compañero de piso se comió las sobras de tu burrito la semana pasada.)