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En los seres humanos, la presión arterial suele medirse indirectamente con un manguito especial sobre la arteria braquial (en el brazo) o la arteria femoral (en la pierna). Se miden dos presiones: (1) la presión sistólica (la presión más alta y el primer número registrado), que es la fuerza que la sangre ejerce sobre las paredes de las arterias cuando el corazón se contrae para bombear la sangre a los órganos y tejidos periféricos, y (2) la presión diastólica (la presión más baja y el segundo número registrado), que es la presión residual ejercida sobre las arterias cuando el corazón se relaja entre latidos. En los individuos sanos, la presión sistólica se sitúa normalmente entre 90 y 120 milímetros de mercurio (mmHg). La presión diastólica suele estar entre 60 y 80 mmHg. Por lo tanto, en general, una lectura de 110/70 mmHg se consideraría saludable, mientras que 80/50 mmHg sería baja y 160/100 mmHg sería alta.
Los estudios han demostrado que existen fuertes contrastes en la presión arterial de los vasos de diferentes tamaños. Por ejemplo, la presión sanguínea en los capilares suele ser de unos 20 a 30 mmHg, mientras que la presión en las grandes venas puede llegar a ser negativa (inferior a la presión atmosférica; técnicamente, las mediciones de la presión sanguínea son relativas a la presión atmosférica, que representa el «punto de referencia cero» para las lecturas de la presión sanguínea).
La presión sanguínea arterial varía entre individuos y en el mismo individuo de vez en cuando. Es más baja en los niños que en los adultos y aumenta gradualmente con la edad. Tiende a ser más alta en las personas con sobrepeso. Durante el sueño disminuye, y durante el ejercicio y la excitación emocional aumenta. La presión arterial anormalmente alta, cuando se mantiene por encima de los niveles saludables en reposo, se conoce como hipertensión; cuando la presión arterial se mantiene por debajo de los niveles normales, la condición se llama hipotensión. La hipertensión se asocia con un mayor riesgo de varias formas de enfermedades cardiovasculares; la hipotensión puede ser causada por una pérdida repentina de sangre o una disminución del volumen sanguíneo y puede provocar mareos y desmayos.
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