¿Qué son las etiquetas RFID? Aprenda cómo funcionan las etiquetas RFID, para qué se utilizan y algunas de las desventajas de la tecnología RFID

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Definición de las etiquetas RFID

Las etiquetas RFID son un tipo de sistema de seguimiento que utiliza códigos de barras inteligentes para identificar artículos. RFID es la abreviatura de «identificación por radiofrecuencia», y como tal, las etiquetas RFID utilizan tecnología de radiofrecuencia. Estas ondas de radio transmiten los datos de la etiqueta a un lector, que a su vez transmite la información a un programa informático de RFID. Las etiquetas RFID se utilizan con frecuencia para las mercancías, pero también pueden utilizarse para el seguimiento de vehículos, mascotas e incluso pacientes con la enfermedad de Alzheimer. Una etiqueta RFID también puede denominarse chip RFID.

Cómo funcionan las etiquetas RFID

Una etiqueta RFID funciona transmitiendo y recibiendo información a través de una antena y un microchip, también llamado a veces circuito integrado o IC. El microchip de un lector RFID se escribe con la información que el usuario desee. ¿Qué es una etiqueta RFID?
Hay dos tipos principales de etiquetas RFID: las que funcionan con batería y las pasivas. Como su nombre indica, las etiquetas RFID que funcionan con batería contienen una batería integrada como fuente de alimentación, mientras que las etiquetas RFID pasivas no lo hacen, sino que funcionan utilizando la energía electromagnética transmitida desde un lector RFID. Las etiquetas RFID con batería también pueden denominarse etiquetas RFID activas.
Las etiquetas RFID pasivas utilizan tres frecuencias principales para transmitir información: 125 – 134 KHz, también conocida como baja frecuencia (LF), 13,56 MHz, también conocida como alta frecuencia (HF) y comunicación de campo cercano (NFC), y 865 – 960 MHz, también conocida como ultra alta frecuencia (UHF). La frecuencia utilizada afecta al alcance de la etiqueta. Cuando una etiqueta RFID pasiva es escaneada por un lector, éste transmite energía a la etiqueta que la alimenta lo suficiente para que el chip y la antena transmitan información al lector. A continuación, el lector transmite esta información a un programa informático de RFID para su interpretación. Hay dos tipos principales de etiquetas RFID pasivas: las incrustadas y las duras. Las incrustaciones suelen ser bastante finas y pueden pegarse en diversos materiales, mientras que las etiquetas duras están hechas, como su nombre indica, de un material duro y duradero como el plástico o el metal.
Las etiquetas RFID activas utilizan una de las dos frecuencias principales (433 MHz o 915 MHz) para transmitir la información. Constan de tres partes principales: la etiqueta, la antena y el interrogador. La batería de una etiqueta RFID activa debería suministrar suficiente energía para durar entre 3 y 5 años. Cuando se agote, habrá que sustituir la unidad, ya que las baterías no son actualmente reemplazables. Hay dos tipos principales de etiquetas RFID activas: balizas y transpondedores. Las balizas envían un ping de información cada pocos segundos, y su señal es legible desde varios cientos de metros de distancia. Como envían datos con tanta frecuencia, su batería tiende a agotarse más rápidamente. Al igual que las etiquetas RFID pasivas, los transpondedores requieren el uso de un lector para transmitir la información. Cuando se encuentran dentro del radio de acción, el lector envía primero una señal al transpondedor, que le devuelve la información pertinente. Dado que sólo se activan cuando están cerca de un lector, los transpondedores consumen mucha más batería que las balizas.

Ejemplos de etiquetas RFID

Dado que un RFID activo envía constantemente una señal, es una excelente opción para quienes buscan un seguimiento en vivo al minuto, como en aplicaciones de peaje y seguimiento de vehículos en tiempo real. Son un producto caro, pero ofrecen un gran alcance de lectura, lo que puede ser preferible dependiendo de su aplicación.
Las etiquetas RFID pasivas son una opción mucho más económica que las activas, y cuestan alrededor de 20 céntimos cada una. Esto las convierte en una opción popular para la gestión de la cadena de suministro, el seguimiento de carreras, la gestión de archivos y las aplicaciones de control de acceso. Aunque una etiqueta RFID pasiva no requiere una línea de visión directa con el lector RFID, tiene un rango de lectura mucho más corto que una etiqueta RFID activa. Como las etiquetas RFID activas tienen un diseño más grande y resistente que las etiquetas RFID pasivas, son más adecuadas para aplicaciones que requieren durabilidad. Se utilizan con frecuencia en sistemas de transpondedores de pago de peajes, aplicaciones de seguimiento de cargas e incluso en dispositivos utilizados para el seguimiento de personas.

Desventajas de las etiquetas RFID

Las etiquetas RFID no son ideales en comparación con otras etiquetas de seguimiento por una serie de razones. Algunos problemas con la RFID incluyen diferentes cuestiones de seguridad y tecnológicas.
Debido a que una etiqueta RFID no puede distinguir entre lectores, la información puede ser leída por casi cualquiera una vez que ha salido de la cadena de suministro original. Como los lectores de RFID son tan portátiles y el alcance de algunas etiquetas es tan grande, los estafadores pueden recopilar información a la que de otro modo no tendrían acceso. Otro problema de seguridad para los consumidores es que las etiquetas RFID pueden vincularse a tarjetas de crédito individuales, lo que puede dar lugar a robos y fraudes financieros. Dado que funcionan por radiofrecuencia, las etiquetas RFID y sus sistemas pueden atascarse o interrumpirse con facilidad, lo que reduce su capacidad de uso. Esto se traduce en tiempos de espera más largos y en una disminución de la productividad tanto en los comercios como en los almacenes.
También hay problemas de señal que pueden ocurrir con los sistemas de inventario RFID, incluyendo la colisión – cuando las señales de dos o más lectores se superponen, y la interferencia causada por el metal, el agua u otros campos magnéticos en el área circundante.
La configuración de un sistema RFID también requiere mucho tiempo y trabajo. Las empresas tienen que probar varios sistemas de hardware y etiquetas para determinar cuál es el más adecuado, lo que puede llevar meses. Además del coste del propio sistema RFID, como las etiquetas y los escáneres RFID, un aumento del tiempo y de la mano de obra también supone un aumento del coste.
Estos tipos de desventajas suelen evitarse con el uso de códigos de barras, por lo que siguen siendo una opción popular de recopilación de datos y control de inventario para muchas empresas.
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