La terapia relacional Imago se centra en la curación colaborativa de las heridas de la infancia que comparten las parejas. Según Hendrix y Hunt, el cerebro humano tiene un impulso irresistible y no negociable de restaurar los sentimientos de vitalidad y plenitud con los que las personas vinieron al mundo. Los terapeutas de imago creen que el cerebro de una persona construye una imagen de las características de sus cuidadores primarios, incluyendo sus mejores y peores rasgos. El impulso inconsciente del cerebro es reparar el daño causado en la infancia y las necesidades que no fueron satisfechas encontrando una pareja que pueda darnos lo que nuestros cuidadores no nos proporcionaron. Por eso las personas suelen establecer relaciones con parejas que reflejan rasgos de sus propios padres. El yo inconsciente de una persona le impulsa a ello, a buscar la curación y a resolver las heridas infantiles no resueltas para poder crecer. De este modo, las heridas recibidas de sus padres, tienden a ser reestimuladas por las nuevas parejas adultas y por las potenciales parejas futuras. La reestimulación desencadena viejas emociones no resueltas.
Ambas personas en la relación pueden aprender a sanarse mutuamente, y a apreciarse por la persona que son. Las parejas deben entablar un tipo de diálogo específico para que la TIR funcione. Es posible que el yo consciente no sea capaz de ver y comprender claramente el reflejo de los problemas parentales no resueltos en su pareja. Sin embargo, el yo inconsciente de la persona se conecta con el de su pareja en su mejor esfuerzo (inconsciente) por sanar las viejas heridas y permitir que el amor entre de nuevo en sus vidas. Hay cuatro principios que se utilizan en el ámbito clínico para la TIR. Se cree que estos cuatro son los ingredientes más esenciales para devolver la intimidad a la relación.
- Asistir a la pareja – Esto requiere una transformación de la conciencia en la que se descubre la «otredad» de la pareja, en la que conseguimos que «mi pareja no sea yo», lo que promueve el progreso hacia el importante salto de desarrollo conocido como diferenciación.
- Aprender una nueva forma de hablar – es decir, convertir la conversación de un intercambio de monólogos paralelos en un diálogo. El diálogo crea igualdad, seguridad y conexión.
- Reemplazar el juicio -el destructor de la intimidad- por la curiosidad, que garantiza la seguridad y profundiza la conexión – Esto requiere eliminar toda la negatividad, ya que la negatividad estimula la ansiedad, señala el peligro y, por lo tanto, activa la actitud defensiva, tal vez la principal barrera para la intimidad.
- Infundir la relación con sentimientos positivos -como el agrado, el aprecio, la admiración, la aceptación y emociones similares. Estas expresiones verbales positivas deliberadas (apreciaciones) se encuentran entre los bloques de construcción del amor auténtico, que es, para Imago, la consumación de la asociación íntima y el epítome de una relación que es a la vez segura y apasionada, cómoda y emocionante.
Los métodos de la TIR evolucionaron de un proceso de una etapa a un proceso de tres etapas. Estas etapas consistían en el mirroring, la validación y la empatía. El reflejo se refiere a devolver el mensaje que la otra persona está pidiendo. La etapa de validación consiste en ser capaz de resumir el mensaje de la otra persona y luego articular el punto de vista del interlocutor. La empatía es la última etapa, que permite a la pareja sentir lo que el otro siente imaginando sus emociones. Estas etapas permiten que una relación pase de una ontología de separación a una ontología de conexión. Esto significa que la pareja está intrínsecamente conectada.