En lo más profundo del desierto del norte de México, entre los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila, se encuentra un área conocida como zona del silencio o la «zona del silencio», también conocida como Zona del Silencio de Mapimí por su cercanía a la ciudad de Mapimí. La leyenda dice que en esta zona no se pueden recibir transmisiones electromagnéticas, la radio no funciona, las brújulas no apuntan al norte magnético y la flora y la fauna presentan mutaciones anormales. A lo largo de los años, las historias de encuentros con extraterrestres, caídas de «guijarros calientes» y todo tipo de actividades paranormales han atraído a turistas y curiosos de todo el mundo.
El mito comenzó en julio de 1970, cuando la base militar estadounidense cercana a Green River (Utah) disparó un misil de prueba Athena hacia el campo de misiles de White Sands. El misil perdió el control y en lugar de aterrizar en el objetivo previsto continuó 400 millas hacia el sur y cayó en la región del desierto de Mapimí. Inmediatamente, un equipo de especialistas llegó para encontrar el cohete caído. Cuando se encontró el cohete, después de tres semanas de intensa búsqueda, se construyó una pista de aterrizaje para transportar los restos. Toda la operación fue muy secreta, acorde con el sentido común gubernamental, y a nadie se le dijo nada ni se le preguntó. La naturaleza secreta de la operación ya estaba espoleando los rumores entre los residentes.
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Una versión de la historia habla de cierto lugareño llamado Jamie que fue contratado por los militares para vigilar el misil de vándalos y mirones. A Jaime le gustó bastante la atención y el dinero que había traído el misil, y cuando los militares se fueron, él junto con dos terratenientes locales comenzaron a hablar de la posibilidad de construir un hotel en la zona para fomentar el turismo. Hay quien dice que fue Jamie quien empezó a jugar con la importancia de la región para generar interés en la zona, y junto con sus nuevos amigos empezó a crear una historia con mucha pseudociencia y folclore local, y la alimentó a los medios de comunicación regionales. Los medios de comunicación se lo tragaron a pies juntillas y nació una leyenda.
Según esta extraña historia, extrañas anomalías magnéticas de la atmósfera impiden la transmisión de radio en puntos concretos y hacen girar las agujas de las brújulas magnéticas. Las ondas magnéticas son tan singulares que crean un vórtice que atrae material de la alta atmósfera, incluido el malogrado misil. El meteorito Allende, que cayó en la región general de la Zona en 1969, se cita a menudo como prueba que corrobora el fenómeno.
Ahora se afirma que el fenómeno fue reportado por primera vez en la década de 1930 por Francisco Sarabia, un piloto mexicano, que afirmó que su radio había dejado de funcionar misteriosamente mientras volaba sobre la zona. Otros afirman haber visto ovnis y objetos que caen de cielos despejados.
Ahora cientos de personas vienen de todas partes para experimentar la zona. Los lugareños los llaman zoneros. Se sorprenden cuando encuentran sus radios y brújulas funcionando, ante lo cual su guía -a menudo un lugareño, para quien estos turistas representan una fuente de ingresos- les explica que las zonas se mueven, y por tanto son difíciles de localizar.
Los propios residentes locales no creen en la Zona del Silencio. Cuando se les pregunta por fenómenos extraños, responden invariablemente que no ven cosas extrañas en el desierto, sólo gente extraña. Mientras algunos se ganan la vida convirtiéndose en guías o vendiendo refrescos y comestibles a los turistas, otros consideran a estos forasteros una molestia.
Mexconnect.com comparte una divertida anécdota:
Al preguntarle a un ranchero local dónde se encontraba la Zona, le dijo a un carro lleno de gente que tenían que seguir la carretera hasta que vieran a los marcianos saltar de un lado a otro del camino. Lo sorprendente, comentó después, fue que le dieron las gracias. Otro grupo de zoneros llegó a la estación de campo y preguntó a uno de los trabajadores cómo llegar a la Zona. El joven, luchando por ser educado y veraz a la vez, sólo respondió: «Nunca van a llegar.»
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