¿Sientes tus encías doloridas con frecuencia? Has notado -o te han dicho- que tienes mal aliento? Podría ser la enfermedad de las encías, o, en el mundo dental lo que los profesionales denominamos «enfermedad periodontal». Ambos son términos que describen una infección bacteriana del tejido gingival. Con el paso del tiempo, las enfermedades de las encías provocan gingivitis, que suele traducirse en encías sensibles y mal aliento. Si no se trata o si es particularmente agresiva, puede conducir a la periodontitis, la etapa más avanzada de la enfermedad de las encías.
La gingivitis afecta al 75 por ciento de todos los adultos en los Estados Unidos. Comienza con la película bacteriana cremosa sobre los dientes conocida como «placa». Si no nos cepillamos correctamente (tanto la técnica como la frecuencia), esto puede provocar que las encías se enrojezcan, se hinchen y sangren con facilidad cuando vamos a cepillarnos los dientes y a utilizar el hilo dental. La gingivitis es la precursora de la periodontitis. Sin embargo, con un tratamiento profesional y un buen cuidado bucal en casa, puede revertirse.
Si no se trata, la gingivitis deriva en periodontitis, una enfermedad más grave que puede afectar a la salud de toda la persona. Es cuando las bacterias de los dientes producen toxinas que irritan las encías. Esto crea una respuesta inflamatoria, rompiendo e incluso destruyendo los tejidos y el hueso que soportan los dientes. Las encías se separan de los dientes y se produce la infección. Sin un cuidado dental profesional, este proceso tiende a seguir repitiéndose hasta que se produce la pérdida permanente de los dientes.
Como se ha mencionado, la enfermedad de las encías comienza con bacterias que, cuando se combinan con moco y partículas de alimentos, forman la placa. La placa que no se elimina mediante una buena higiene bucal y revisiones dentales periódicas se endurece y se convierte en sarro blanco. Esta sustancia sólo puede eliminarse mediante una limpieza dental profesional.
Cuando la placa y el sarro no se eliminan, los dientes y las encías se convierten en un caldo de cultivo para las bacterias dañinas que, con el tiempo, pueden provocar la infección del tejido gingival.
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