La negación es la primera de las cinco etapas del duelo™️. Nos ayuda a sobrevivir a la pérdida. En esta etapa, el mundo se vuelve sin sentido y abrumador. La vida no tiene sentido. Nos encontramos en un estado de shock y negación. Nos adormecemos. Nos preguntamos cómo podemos seguir, si podemos seguir, por qué debemos seguir. Intentamos encontrar una manera de pasar cada día. La negación y el shock nos ayudan a sobrellevar la situación y hacen posible la supervivencia. La negación nos ayuda a controlar nuestros sentimientos de dolor. La negación tiene su gracia. Es la forma que tiene la naturaleza de dejar entrar sólo lo que podemos soportar. Cuando aceptas la realidad de la pérdida y empiezas a hacerte preguntas, estás iniciando, sin saberlo, el proceso de curación. Te haces más fuerte y la negación empieza a desaparecer. Pero a medida que avanza, todos los sentimientos que estaba negando comienzan a salir a la superficie.
La ira es una etapa necesaria del proceso de curación. Esté dispuesto a sentir su ira, aunque pueda parecer interminable. Cuanto más la sientas de verdad, más empezará a disiparse y más sanarás. Hay muchas otras emociones bajo la ira y llegarás a ellas con el tiempo, pero la ira es la emoción que estamos más acostumbrados a manejar. La verdad es que la ira no tiene límites. Puede extenderse no sólo a tus amigos, a los médicos, a tu familia, a ti mismo y a tu ser querido que murió, sino también a Dios. Tal vez te preguntes: «¿Dónde está Dios en esto? Debajo de la ira está el dolor, tu dolor. Es natural sentirse abandonado y desamparado, pero vivimos en una sociedad que teme la ira. La ira es la fuerza y puede ser un ancla, dando una estructura temporal a la nada de la pérdida. Al principio, el dolor se siente como si estuviera perdido en el mar: sin conexión con nada. Entonces te enfadas con alguien, tal vez una persona que no asistió al funeral, tal vez una persona que no está cerca, tal vez una persona que es diferente ahora que tu ser querido ha muerto. De repente tienes una estructura: tu ira hacia ellos. La ira se convierte en un puente sobre el mar abierto, una conexión entre tú y ellos. Es algo a lo que aferrarse; y una conexión hecha desde la fuerza de la ira se siente mejor que nada.Normalmente sabemos más de reprimir la ira que de sentirla. La ira no es más que otra indicación de la intensidad de tu amor.
BARGAININGAntes de una pérdida, parece que harías cualquier cosa con tal de que tu ser querido se salvara. «Por favor, Dios», regatea, «no volveré a enfadarme con mi mujer si la dejas vivir». Tras una pérdida, el regateo puede adoptar la forma de una tregua temporal. «¿Y si dedico el resto de mi vida a ayudar a los demás? ¿Entonces puedo despertar y darme cuenta de que todo esto ha sido un mal sueño?» Nos perdemos en un laberinto de afirmaciones del tipo «Si sólo…» o «Y si…». Queremos que la vida vuelva a ser lo que era; queremos que nos devuelvan a nuestro ser querido. Queremos retroceder en el tiempo: encontrar antes el tumor, reconocer más rápidamente la enfermedad, evitar que ocurra el accidente… si sólo, si sólo, si sólo. La culpa suele ser la compañera de la negociación. Los «si sólo» hacen que encontremos fallos en nosotros mismos y en lo que «creemos» que podríamos haber hecho de otra manera. Incluso podemos negociar con el dolor. Haremos cualquier cosa para no sentir el dolor de esta pérdida. Nos quedamos en el pasado, tratando de negociar nuestra salida del dolor. La gente suele pensar que las etapas duran semanas o meses. Olvidan que las etapas son respuestas a sentimientos que pueden durar minutos u horas mientras entramos y salimos de una y otra. No entramos y salimos de cada etapa de forma lineal. Podemos sentir una, luego otra y volver a la primera.
DEPRESIÓNDespués del regateo, nuestra atención se traslada directamente al presente. Los sentimientos de vacío se presentan, y el dolor entra en nuestras vidas a un nivel más profundo, más profundo de lo que nunca imaginamos. Esta etapa depresiva parece que va a durar siempre. Es importante entender que esta depresión no es un signo de enfermedad mental. Es la respuesta adecuada a una gran pérdida. Nos retiramos de la vida, sumidos en una niebla de intensa tristeza, preguntándonos, tal vez, si tiene algún sentido seguir adelante. ¿Por qué seguir adelante? La depresión tras una pérdida se considera con demasiada frecuencia como algo antinatural: un estado que hay que arreglar, algo de lo que hay que salir. La primera pregunta que debes hacerte es si la situación en la que te encuentras es realmente deprimente. La pérdida de un ser querido es una situación muy deprimente, y la depresión es una respuesta normal y adecuada. No experimentar una depresión tras la muerte de un ser querido sería inusual. Cuando una pérdida se instala completamente en tu alma, la comprensión de que tu ser querido no mejoró esta vez y no va a volver es comprensiblemente deprimente. Si el duelo es un proceso de curación, entonces la depresión es uno de los muchos pasos necesarios a lo largo del camino.
ACEPTACIÓNLa aceptación se confunde a menudo con la noción de estar «bien» o «OK» con lo que ha pasado. Esto no es así. La mayoría de las personas nunca se sienten bien con la pérdida de un ser querido. Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y reconocer que esta nueva realidad es la realidad permanente. Nunca nos gustará esta realidad ni nos parecerá bien, pero al final la aceptamos. Aprendemos a vivir con ella. Es la nueva norma con la que debemos aprender a vivir. Debemos intentar vivir ahora en un mundo en el que nuestro ser querido ha desaparecido. Al resistirse a esta nueva norma, al principio muchas personas quieren mantener la vida tal y como era antes de la muerte del ser querido. Sin embargo, con el tiempo, a través de retazos de aceptación, vemos que no podemos mantener el pasado intacto. Ha cambiado para siempre y debemos reajustarnos. Debemos aprender a reorganizar los roles, reasignarlos a otros o asumirlos nosotros mismos. Encontrar la aceptación puede ser simplemente tener más días buenos que malos. Cuando empezamos a vivir de nuevo y a disfrutar de nuestra vida, a menudo sentimos que, al hacerlo, estamos traicionando a nuestro ser querido. Nunca podremos reemplazar lo que se ha perdido, pero podemos establecer nuevas conexiones, nuevas relaciones significativas, nuevas interdependencias. En lugar de negar nuestros sentimientos, escuchamos nuestras necesidades; nos movemos, cambiamos, crecemos, evolucionamos. Podemos empezar a acercarnos a los demás e implicarnos en sus vidas. Invertimos en nuestras amistades y en nuestra relación con nosotros mismos. Empezamos a vivir de nuevo, pero no podemos hacerlo hasta que hayamos dado al duelo su tiempo.