El mundo se enfrenta a tiempos difíciles. La enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) es una pandemia mundial, y los casos graves abruman a los centros médicos de todo el mundo. Las sociedades luchan por prevenir la propagación de la enfermedad y tratar eficazmente a un número de pacientes que aumenta rápidamente sin descuidar otras prioridades sanitarias y sociales.
Esta crisis de salud pública ha alterado drásticamente la prestación de atención cardiológica preventiva y la implantación de un estilo de vida saludable. En el contexto de un panorama cambiante y repleto de retos inmediatos, las intervenciones sanitarias que proporcionan beneficios a largo plazo pueden parecer contraintuitivas y quedar marginadas. Sin embargo, no deben descartarse los esfuerzos continuos orientados a la prevención de las enfermedades cardiovasculares (ECV). Aunque la ECV-19 es la emergencia sanitaria más inminente en la mayoría de los países, la ECV sigue siendo la principal causa de muerte en todo el mundo, con 17,8 millones de fallecimientos en 2017, y la diabetes mellitus y la obesidad también se han convertido en una pandemia1. Es crucial garantizar que, incluso en estos tiempos difíciles, nuestros esfuerzos de prevención de las ECV sigan siendo una prioridad sanitaria, social y política de primer orden.
Estamos aprendiendo que las actuales restricciones de distanciamiento social pueden tener que prolongarse durante meses, y reputados expertos en enfermedades infecciosas creen que los brotes de coronavirus se convertirán en estacionales,2 lo que significa que los largos periodos de permanencia y trabajo desde casa pueden convertirse en cíclicos hasta que se disponga de vacunas eficaces. Estos fenómenos, junto con sus implicaciones para la salud cardiovascular, requerirán esfuerzos innovadores para adaptar los actuales enfoques de prevención de la ECV. Cabe destacar que las complicaciones y la muerte relacionadas con la COVID-19 son más frecuentes entre las personas con una ECV establecida,3 y los esfuerzos de prevención cardiovascular primaria y secundaria tienen implicaciones directas para reducir la carga de los brotes actuales y futuros.
Una de las implicaciones clave de la crisis actual en términos de prevención de la ECV es el hecho de que el distanciamiento social, la permanencia en casa y el teletrabajo reducen las opciones de ejercicio y movilidad, disminuyendo notablemente los niveles de actividad física.4 Entre los cientos de millones de personas que tienen que quedarse en casa, la mayoría de las actividades son sedentarias y el tiempo frente a la pantalla se dispara. Las recomendaciones de las autoridades sanitarias deberían incluir la promoción agresiva de la actividad física para toda la familia, el cumplimiento de una dieta saludable y la reducción de la ingesta calórica para evitar el aumento de peso. A pesar de la distancia física, ahora hay oportunidades de relacionarse con otros virtualmente para obtener apoyo social mientras se hace ejercicio, como las clases de fitness en grupo, las carreras en cinta de correr y el ciclismo estacionario que pueden conectarse en línea. Algunos gobiernos todavía permiten hacer ejercicio al aire libre si se mantiene una distancia social segura. Los dispositivos móviles de salud, los juegos que promueven el fitness y los rastreadores de actividad también pueden aprovecharse para promover la actividad. Además, dado que muchos fumadores se quedan en casa y tienen dificultades para comprar o consumir productos de tabaco, el momento es óptimo para generalizar el asesoramiento sobre el abandono del tabaco. Lo mismo ocurre con el vaping.
La tecnología sanitaria ya se estaba convirtiendo en un elemento central de la cardiología, pero este nuevo contexto impulsará una mayor implantación. Esto se ve reforzado por la ampliación de la cobertura de la telemedicina para los pacientes actuales y nuevos por parte de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, que incluye visitas sólo de audio que amplían significativamente su alcance.5 Las visitas de cardiología preventiva son especialmente adecuadas para la telemedicina porque se basan en gran medida en la historia clínica, la revisión de los estudios de laboratorio y de imagen, y la monitorización ambulatoria de la presión arterial, con una menor necesidad de examen físico. La telemedicina y la monitorización a distancia facilitarán el contacto frecuente con los pacientes para optimizar el control de los factores de riesgo, titular la medicación, evaluar las dietas y los niveles de actividad física, e integrar recordatorios para cumplir los objetivos diarios, entre otras capacidades.
Dado su mayor riesgo de complicaciones, los pacientes cardiovasculares de prevención secundaria están en el centro de las medidas de distanciamiento social, y sus cardiólogos necesitan asegurar canales de comunicación eficaces. Habrá que hacer hincapié en el cumplimiento de la medicación cardiovascular, las actividades de rehabilitación y los estilos de vida saludables mientras estén aislados. También se debe aconsejar a los pacientes que mantengan un suministro adecuado de sus medicamentos crónicos y se les debe instruir sobre cómo reponer las recetas, posiblemente utilizando farmacias de venta por correo en el contexto de los cierres y las cuarentenas que impiden un acceso fácil. Los pacientes deben invertir en un tensiómetro para el hogar y una báscula. Deben recibir formación para autoevaluar y reconocer los síntomas preocupantes, controlar sus constantes vitales y su peso, informar de cualquier anomalía y ajustar la medicación. En general, este nuevo escenario representará una oportunidad inestimable para mejorar el empoderamiento y la propiedad del paciente en la prevención cardiovascular, con menos dependencia de la autoridad del clínico.
Además de las implicaciones sanitarias, el efecto económico de la pandemia de COVID-19 será enorme y los cardiólogos preventivos tendrán que adaptarse a un panorama de posible recesión económica, con algunos pacientes enfrentándose a dificultades financieras. La atención a estos pacientes deberá ser especialmente sensible para minimizar la toxicidad financiera mediante la elección de la medicación y el énfasis en los cambios de estilo de vida poco costosos. El entrenamiento de los pacientes para el manejo del estrés también debería integrarse en la atención cardiológica preventiva de rutina.
Desde el punto de vista de la investigación, la incorporación mejorada de la telemedicina y otras tecnologías generará datos muy granulares de seguimiento y trayectoria de los pacientes. La evaluación de los beneficios del aumento del autocuidado y de los enfoques de seguimiento de la salud electrónica serán áreas clave de la investigación de los resultados cardiovasculares en los próximos años. Lo mismo ocurrirá con la investigación sobre los determinantes a nivel de paciente y de contexto asociados a los resultados cardiovasculares adversos durante los cierres y sobre las oportunidades de mejorarlos. Algunos pacientes prosperarán y otros se descompensarán. Esta pandemia enriquecerá aún más nuestra comprensión de los numerosos factores que impulsan la salud, la enfermedad y los resultados cardiovasculares en diversas circunstancias.
A pesar de los retos a los que ya se enfrenta la prevención de la ECV en este contexto sin precedentes, creemos que hay buenas razones para la esperanza. Como en todas las crisis, surgen nuevas oportunidades e innovaciones (Figura). Es probable que el desbordamiento de la información relacionada con la salud de la COVID-19 haya aumentado la concienciación del público en general sobre la importancia de las ECV y sus factores de riesgo como potentes predictores de los resultados de las enfermedades transmisibles y no transmisibles. La pandemia de COVID-19 ha demostrado las extraordinarias acciones que nuestras sociedades pueden llevar a cabo cuando se trata de hacer frente a crisis urgentes; en los próximos años, tendremos que utilizar una determinación, resistencia e innovación similares para hacer frente a las pandemias de obesidad y diabetes mellitus, que también desbordarán los sistemas sanitarios y las economías si no actuamos con prontitud. Los notables avances de la telemedicina en la era posterior a la COVID-19 brindarán la oportunidad de mejorar la atención a los pacientes de prevención primaria y secundaria, con implicaciones no sólo para los resultados de la ECV, sino también para reducir la carga de complicaciones y muertes en los brotes virales actuales y futuros.
Divulgaciones
Ninguna.
Notas al pie
Las opiniones expresadas en este artículo no son necesariamente las de los editores ni las de la American Heart Association.
https://www.ahajournals.org/journal/circ
Dr. Erin D. Michos, MD, MHS, Centro Ciccarone para la Prevención de Enfermedades Cardiovasculares, División de Cardiología, The Johns Hopkins Hospital, Blalock 524-B, 600 N Wolfe Street, Baltimore, MD 21287. Email edu
- 1. Virani SS, Alonso A, Benjamin EJ, Bittencourt MS, Callaway CW, Carson AP, Chamberlain AM, Chang AR, Cheng S, Delling FN, et al.; Consejo de la Asociación Americana del Corazón del Comité de Estadísticas de Epidemiología y Prevención y Subcomité de Estadísticas de Accidentes Cerebrovasculares. Heart disease and stroke statistics-2020 update: a report from the American Heart Association.Circulation. 2020; 141:e139-e596. doi: 10.1161/CIR.000000000757LinkGoogle Scholar
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