Aunque los críticos tienden a estar de acuerdo en que Shylock es la figura más notable de El mercader de Venecia, no se ha llegado a un consenso sobre si leerlo como un hombre del saco sediento de sangre, un estereotipo judío payaso o una figura trágica cuyo sentido de la decencia se ha fracturado por la persecución que sufre. Ciertamente, Shylock es el antagonista de la obra, y es lo suficientemente amenazante como para poner en peligro la felicidad de los hombres de negocios y los jóvenes amantes de Venecia. Sin embargo, Shylock también es una creación de las circunstancias; incluso en su búsqueda decidida de una libra de carne, sus frecuentes menciones de la crueldad que ha soportado a manos de los cristianos hacen que sea difícil etiquetarlo como un monstruo nato. En uno de los monólogos más famosos de Shakespeare, por ejemplo, Shylock sostiene que los judíos son humanos y dice que su búsqueda de venganza es producto de las lecciones que le ha dado la crueldad de los ciudadanos venecianos. Por otra parte, el intento fríamente calculado de Shylock de vengarse de los agravios que le han hecho asesinando a su perseguidor, Antonio, nos impide verle bajo una luz principalmente positiva. Shakespeare nos da momentos inequívocamente humanos, pero a menudo nos pone en contra de Shylock, pintándolo como una figura miserable, cruel y prosaica.